sábado, 28 de diciembre de 2024

 ¿Envejecemos porque dejamos de movernos?




Sí, leíste bien. Somos una máquina biológica diseñada para el movimiento. Desde el vientre de nuestra madre, ya nos movemos. De niños, es casi imposible quedarnos quietos (¡pobre de los padres que piden desesperados: "¡Quedate quieto, por favor!"). Movernos es puro placer.

Pero algo pasa a medida que crecemos: ese impulso natural se va apagando. Nos volvemos expertos en economizar movimientos, y hay días en los que apenas hacemos lo mínimo necesario para sobrevivir. ¿El resultado? Ese es el momento en que empezamos a envejecer.

A nivel biológico, el proceso de envejecimiento funcional comienza temprano, alrededor de los 26-27 años (¡sí, en la flor de la vida!). Esto se debe a la disminución de nuestra actividad física, la pérdida de masa muscular, la merma en la biogénesis mitocondrial (básicamente, nuestras fábricas de energía se vuelven menos eficientes) y la reducción en la síntesis de proteínas.

¿Pinta desalentador? ¡Para nada! Porque aca viene la buena noticia: la clave está en moverse, moverse y moverse más.

"Pero yo me muevo, camino todo el día", dirás. Bueno, caminar está genial, pero no es suficiente. Nuestro cuerpo necesita estímulos tróficos, esfuerzos intensos que generen esas cascadas bioquímicas que nos ayudan a frenar el envejecimiento. Hay que sudar, cansarse y salir de la zona de confort.

Así que, si querés mantenerte joven por dentro y por fuera, ya sabés qué hacer: ¡MOVETE! Y no vale solo caminar del sillón a la heladera. 😉

No hay comentarios:

Publicar un comentario